Dolores Padierna

Las encuestas, las redes y los mitos de la derecha

Frente al rechazo social y el inexistente crecimiento de su candidata, desde el pasado diciembre la derecha arreció con su guerra sucia en redes sociales.

Si hacemos de lado las encuestas patito que suele festinar la oposición, la totalidad de los estudios demoscópicos dan amplias ventajas tanto a la doctora Claudia Sheinbaum como a Clara Brugada, candidata al gobierno de la Ciudad de México.

Además de las cifras gruesas, que se han mantenido estables durante meses, muchos de esos estudios también dan luz sobre las razones y los rostros del voto que veremos el 2 de junio.

Las encuestas, por otro lado, contribuyen a demoler varios mitos electorales que la oposición ha pretendido instalar en nuestra discusión pública.

El primero de ellos, naturalmente, es la condición de “fenómeno arrollador” con el que construyeron la candidatura de Xóchitl Gálvez: resulta, nos dicen los estudios, que mientras más conocen a la aspirante opositora, los ciudadanos tienen menos ganas de votar por ella. Este dato derriba el inicial argumento opositor de que su candidata crecería cuanto más la conocieran los electores.

“La 4T perdió a las clases medias”, dice otro de los mitos de la derecha.

Otro mito muy socorrido en las filas de la derecha es que su candidata es apoyada por una alianza entre partidos políticos y la ciudadanía. Esa afirmación es falsa por donde se le vea: en primer lugar, la ahora candidata presidencial siempre ha hecho política en las filas del Partido Acción Nacional, que la hizo delegada, senadora y funcionaria pública. Además, con su voto como legisladora, en más de una ocasión respaldó las reformas y leyes contrarias a los programas sociales que ahora dice defender.

Se entiende, sin embargo, la insistencia en presentar como “ciudadana” a una filopanista cuando se miran, en las encuestas, los datos de rechazo a los tres partidos que postulan a Gálvez, es decir, la respuesta a la pregunta: “¿por cuál partido no votaría nunca?” (los militantes del PRI deberían estar preocupados porque en este punto los electores les dan el campeonato indiscutible).

El expediente del candidato “sin partido”, por otro lado, fue utilizado hace seis años, cuando Enrique Peña Nieto hizo aspirante a la Presidencia a José Antonio Meade, por la extraña virtud de haber trabajado en gobiernos del PAN y del PRI.

De todos es sabido, por lo demás, que a estas alturas de la contienda Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano están más preocupados por asegurar sus propias posiciones como candidatos plurinominales que en la campaña de la hidalguense.

El mito de los “desencantados” también se esfuma en las encuestas. Mientras la campaña xochilista habla de los “desencantados de la 4T”, los estudios de opinión revelan que una de cada cuatro personas que en 2018 apoyaron a los ahora opositores, ejercerán su sufragio por Morena.

Frente al rechazo social y el inexistente crecimiento de su candidata, desde el pasado diciembre la derecha arreció con su guerra sucia en redes sociales. Desde diciembre pasado lanzaron una estrategia de lodo con la intención de ligar al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la doctora Sheinbaum con el narcotráfico.

Desde entonces, lanzaron millones de mensajes en redes sociales, con etiquetas para denostar a la 4T y apoyar a la candidata opositora. Investigaciones periodísticas muy serias han demostrado que los mensajes son emitidos desde trollcenters ubicados en la Ciudad de México.

De tan burda, la campaña se revirtió a sus creadores, que quizá ayudaron a que creciera el índice de aprobación presidencial.

El periodo neoliberal construyó un robusto edificio en busca de garantizar su continuidad. Sus cuatro pilares fueron el control de las cúpulas empresariales, de los medios, las encuestadoras y la intelectualidad orgánica. Trataron de vendernos una idea de transición a la democracia donde nada cambiaba sino los disfraces, las mascaradas y las maneras de simular.

Por eso en 2012, mucho antes de la elección, decían que todo estaba definido, que no había más que hacer para evitar el retorno del PRI. En aquel año, la diferencia entre los dos candidatos punteros era menor a la que actualmente registran las encuestas. Pero las cosas han cambiado. Ahora, y sería para reír si no estuviese en juego el destino del país, los opositores que aplaudían a las encuestadoras no las bajan de “chayoteras” y “vendidas”. Así es la derecha: cuando la realidad no se ajusta a sus deseos, no le quedan más que el insulto y la descalificación.

Muy pronto hablarán las urnas. Y hay que estar seguros de que van a ratificar el camino de la transformación.

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